Comentario
Al iniciarse el siglo XVIII se encontraba reinando Pedro II (1683-1706), que continuaría a lo largo de su reinado las directrices políticas marcadas por su padre, Juan IV, y su hermano Alfonso VI (1656-1683) conservación, mantenimiento y defensa del imperio ultramarino, ahora con más fuerza, ya que en los años ochenta se han descubierto importantes yacimientos auríferos en Brasil, en las llamadas Minas Gerais; por otro lado, prosigue la vinculación estrecha con Inglaterra, reforzada en 1703 al firmarse los denominados Tratados de Methuen, que significarían una alianza duradera entre ambos países; a nivel político el tratado tenia un marcado carácter defensivo ya que se estipulaba la ayuda inglesa para defender los territorios portugueses y sus colonias, al tiempo que Portugal permitía la apertura de sus puertos a buques de guerra ingleses; a nivel económico concedía exenciones aduaneras a los productos ingleses al tiempo que les permitía el comercio directo con las colonias portuguesas; como contrapartida, también Inglaterra concedería tarifas aduaneras privilegiadas para la importación del vino de Oporto. Las consecuencias derivadas de esta alianza serán la ruptura del monopolio portugués sobre su imperio y la inserción del reino de Portugal en la órbita británica, lo que situaba a la economía portuguesa en clara desventaja al tener un saldo permanentemente desfavorable; al mismo tiempo le procuró un puntual abastecimiento de todo tipo de mercancías que de otro modo no habría podido obtener, y que mientras se pagara con el oro brasileño, no revelaba las frágiles bases sobre las que se había construido. En tercer lugar, el recelo hacia la Monarquía vecina continuaba muy vivo en la sociedad portuguesa, y cuando estalló la Guerra de Sucesión española, Pedro II se orientó hacia la Gran Alianza, instigado por Inglaterra, poniendo su territorio a disposición de los aliados, lo que provocaría el desembarco del archiduque Carlos en Lisboa, en 1704, acompañado de tropas británicas.